NATIVIDAD DEL SEÑOR-CICLO A. 

 




 

NATIVIDAD DEL SEÑOR-CICLO A. 

 

 

 En cada Eucaristía celebramos y actualizamos el “único Sacrificio de Cristo en la Cruz” por cada uno de nosotros… En el fondo, prolongamos el Misterio de la Encarnación y el abajamiento de Dios por cada uno de nosotros, porque, “la Sagrada Eucaristía culmina la iniciación cristiana. Los que han sido elevados a la dignidad del sacerdocio real por el Bautismo y configurados más profundamente con Cristo por la Confirmación, participan por medio de la Eucaristía con toda la comunidad en el Sacrificio mismo del Señor” (CIC 1322).

 

Guión litúrgico y esquema de la celebración Eucarística de la Natividad del Señor-ciclo A.

 

 
 
 


 

NATIVIDAD DEL SEÑOR-CICLO A. 

*La Iglesia debe estar en penumbra. 

ANUNCIO DE LA NAVIDAD. MONICIÓN DE ENTRADA. 

       Hoy es Navidad. Celebramos un acontecimiento importante en la historia y para todos los hombres. En el año 2015 del nacimiento de Abrahán,  en la Olimpiada 194, en el año 752 de la fundación de Roma, Jesucristo, eterno Dios e Hijo del Eterno Padre, queriendo consagrar el mundo con su misericordiosa venida, nace en Belén de Judá, de María Virgen, hecho hombre. Así nos cuenta el martirologio romano el nacimiento de Jesús, el Salvador.

            La Navidad nos anuncia, como un rayo de esperanza, la extraordinaria irrupción de Dios en el mundo: “No temáis, os traigo una gran alegría para todos: En Belén os ha nacido el Salvador”.

      Aquí estamos reunidos, rebosando alegría y felicidad. En esta misa recordaremos y celebraremos el nacimiento de Jesús y su presencia entre nosotros.

          Es preciso intensificar nuestra sensibilidad para recibir esa luz que calienta y alienta nuestra esperanza desde la gruta del portal y para captar el gran regalo de paz, de felicidad que os aporta Jesucristo, el Mesías.

SALUDO DEL SACERDOTE: 

                Una realidad gozosa flota en el ambiente de la Navidad: Dios viene como luz de las naciones, para iluminar las tinieblas en que vivimos sumergidos los hombres que somos víctimas de la codicia y de las ambiciones mezquinas. La luz de Dios aparecida en Belén esté con todos vosotros.

ACTO PENITENCIAL:

S.-Haznos, Señor, comprensivos y compasivos; cambia la dureza de nuestro corazón.   Señor, ten piedad.

S.-Haznos, Señor, solidarios y generosos; transforma la mezquindad de nuestro corazón.  Cristo, ten piedad.

S.-Haznos, Señor, acogedores y pacificadores, apaga las violencias de nuestro corazón.   Señor, ten piedad.

MONICIÓN AL GLORIA.  

El himno que vamos a cantar comienza con el cántico de los ángeles en la noche de la Navidad del Señor. Hacemos nuestros los sentimientos de adoración y alabanza. Unámonos ahora a la alegría de los ángeles que aquella noche de Belén anunciaron a los pastores y al mundo entero el nacimiento del Hijo de Dios, en aquel niño que hoy contemplamos en los brazos de María está toda la grandeza de Dios, está la vida y la paz que los anhelamos. 

(se enciende el misterio y se canta el gloria…se hacen sonar las campanas… se enciende las velas del altar y el niño viene desde detrás al portal)

Monición a la primera lectura (Is 9,2-7):

                El nacimiento de Jesús es causa de alegría para el mundo. Con él ha llegado a nosotros la luz, la alegría, la justicia y la paz. Escuchemos al profeta Isaías que presenta la aparición del Mesías entre los hombres como luz que brilla entre las tinieblas, como gracia y presencia de Dios.

Monición a la segunda lectura (Tit 2,11-14):

                El nacimiento de Jesús nos invita a ser mejores, a llevar una vida cristiana llena de amor y de buenas obras. Escuchemos a San Pablo que le dice a su querido amigo Tito que ha aparecido la gracia de Dios para todos los hombres. El Señor en persona ha venido. ¿No os parece algo grandioso?

Monición al evangelio (Lc 2,1-14):

                La gran noticia, que es la gran alegría para todo el mundo, es ésta: Ha nacido el Salvador. Los ángeles, los pastores, la noche, las estrellas,… todo proclama el gozo de la venida del Salvador. No es el «Dios guerrero», sino el príncipe de la paz.  En la tierra ha nacido Dios, ha nacido la Paz… Escucha con sentimiento y piedad cristiana el relato evangélico.

PETICIONES:  

1.- Para que sea Navidad en todo el mundo y llegue a todos la alegría y la esperanza del nacimiento de Dios. Roguemos al Señor.

2.- Para que todas las personas sientan a Dios más cercano y se abran a la renovación de su presencia. Roguemos al Señor.

3.- Para que toda la Iglesia sea portadora del mensaje de Navidad: Gloria a Dios y paz a los hombres. Roguemos al Señor.

4.- Para que celebremos una Navidad viva, acogiendo el amor de Dios y llevándolo a los hermanos. Roguemos al Señor.

5.- Para que los niños sean más queridos; para que los pobres sean más ayudados; para que todos los que sufren sean más comprendidos y confortados. Roguemos al Señor.

6.- Para que haya más amor y más unión en las familias, y más amistad y solidaridad entre todos. Roguemos al Señor.

7.-Para que el nacimiento de Jesús sea buena noticia para los pobres y abandonados de la tierra. Roguemos al Señor.

8.-Para que brote en toda la tierra y en el corazón de cada persona el don de al paz. Roguemos al Señor.

9.-Para que todos nosotros seamos signo del amor misericordioso de Dios. Roguemos al Señor.

MONICIÓN A LAS OFRENDAS: (Biblia,Velas, Pan y Vino)

BIBLIA: Señor, esta Biblia es la Palabra de Dios. Que ella nos alimente siempre.

VELAS: Señor, estas velas van a iluminar tu altar. Que ellas sean expresión de nuestra vida como luz del evangelio a través de nuestro testimonio.

PAN: Señor, éste es el pan que nos sirve de alimento. Tómalo tú y transfórmalo en pan del  cielo.

VINO: Señor, este vino significa la alegría de vivir en amistad. Tómalo y transfórmalo en el vino de tu eucaristía.

 

PADRE NUESTRO

     El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz intensa. Habitaban tierras de sombras y una luz les brilló. Decía una voz: Grita. Di a las ciudades de Judá: «Aquí está vuestro Dios», el Dios de la paz, el Dios de la alianza, el Dios de Jesucristo»

                Decía que el Dios vivo es el Dios de nuestros padres, el Dios de la vida, ante quién sólo era necesario descalzar el alma. Con el PADRE NUESTRO queremos decirte algo más que unas bonitas palabras.

MONICIÓN A RECIBIR LA SANTA COMUNIÓN: 

El pan que partimos es el cuerpo de Cristo. La sangre que se reparte es la sangre de Cristo. Por eso todos cuantos participamos de la eucaristía formamos juntos un solo cuerpo.

Los pastores fueron presurosos y se encontraron con el niño de Belén. También nosotros nos apresuramos y nos acercamos al altar. Venid, tomad el cuerpo y la sangre del Señor.

 

MEDITACIÓN

1.-Tu navidad será del color que tengas el corazón

2.-Sólo cuando sepas comprender, entonces podrás cantar, pero si no sientes lo sufren los demás, calla, no hay Navidad.

3.-Tu navidad será del color que tengas el corazón

4.-Piensa si es honrado tu quehacer, solo entonces podras cantar, pero si descubres en tus manos la maldad, calla, no hay Navidad.

5.-Tu navidad será del color que tengas el corazón

6.-Mira si respetas la verdad, solo entonces podrás cantar, pero si tus pasos solo saben engañar, calla, no hay Navidad.

7.-Tu navidad será del color que tengas el corazón.

ORACIÓN DE DESPEDIDA (SACERDOTE):

         La misa de Navidad ha terminado. Vayamos ahora y llevemos a todos la Buena Noticia: “Hoy os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor”.  Procedemos al gesto de la adoración del Niño Jesús besando en sus manos o en sus pies.

Pautas de la Homilía.

INICIO. 

Queridos todos, hermanos y hermanas en Cristo, ¡Feliz Navidad!: “El Niño que nos ha nacido y el Hijo que se nos ha dado es la expresión del amor de Dios”.

       Navidad significa que Dios se ha enamorado de los hombres y es una invitación a entrar en el  Misterio religioso desde la categoría del amor, porque Dios es “amor”.

DESARROLLO:

    El hombre es el “animal con capacidad de amar y ser amado”, de ahí que lo verdaderamente significativo en su vida será el amor. ¡Será el amor lo que realmente nos eleva y nos hace participar de Dios!

            No será el poder sino el amor; no será el tener, sino el amor; no será el vencer, sino el amor, lo que nos hará cada vez más personas y nos adentrará en una cultura cada vez más integradora y sin exclusiones, cada vez más justa y sin discriminaciones, cada vez más libre y sin desigualdades.

            Desde siempre la humanidad, envuelta en sus sombras, ha buscado la luz. La cultura de los pueblos antiguos es testigo tanto de la sombra sufrida como de la luz deseada. Y entre ellos es especialmente significativa la historia de Israel, una historia de sombra y de luz.

            También nosotros, hoy, envueltos en sombras y en oscuridades, se nos invita a buscar la luz.

            ¡Cuántas oscuridades existen en nuestro mundo que necesitan ser iluminadas!

            ¡Cuántas sombras y huecos existen en cada uno de nosotros que necesitan ser clareadas por la luz del Niño que nace en Belén!

            El profeta Isaías presenta el nacimiento de un niño y nos narra la entronización del infante como rey y las consecuencias de su reinado para el pueblo.

            El pueblo que vive en las tinieblas de la ocupación extranjera, en medio del caos y de la muerte, ve nacer una luz en medio de él. La luz trae consigo la alegría del nuevo futuro, una alegría sencilla y elemental.

            La luz y la alegría surgen por tres motivos: la opresión, las cargas injustas han sido quebrantadas por Dios mismo; la guerra y las consecuencias de ésta han desaparecido de la tierra, devoradas por el fuego; y el nacimiento de un niño dado por Dios al pueblo. En él se hace realidad y se actualiza la promesa hecha a David.  Él es el consejero que gobernará al pueblo de forma admirable; es el guerrero que defiende valientemente a su pueblo; el padre que acoge y cuida a su pueblo como a un hijo; el príncipe que con su gobierno instaura la paz para el mundo.

            Este oráculo de Isaías adquiere su plenitud en Cristo en quien los Santos Padres lo veían cumplido: “Él es admirable en su nacimiento, consejero en la predicación, Dios en el perdón, fuerte en la pasión. Padre en la era futura, Príncipe de la paz en la felicidad eterna” (San Bernardo). 

            Lo que fue anuncio y expectación se hizo realidad en Belén. Lo que sucedió fue un acontecimiento humilde y en cierto modo lejano, desconcertante y lejos de la gran historia de ese momento, pero cargado de futuro y capaz de dar un vuelco a la historia de siempre y a la pequeña de todos los días.

            Verdaderamente la mirada de la fe ilumina la vida en toda su totalidad. La mirada de la fe mira lo mismo pero de otra manera.

            El creyente mira el sufrimiento como los demás pero mira más allá del mero dolor que llena de desesperanza el caminar del hombre, y lo descubre como una oportunidad para madurar como personas y “completar lo que falta a la pasión de Cristo”.

            El creyente mira la pobreza como los demás pero mira más allá de la mera miseria que ensombrece la dinámica de los pueblos, y la descubre como una oportunidad para compartir con los que menos tienen sus bienes, y lo ve a los ojos del “Cristo pobre”.

            Verdaderamente la mirada de la fe ilumina la vida en toda su totalidad. La mirada de la fe mira lo mismo pero de otra manera.

             San Pablo, en su carta a Tito, nos invita a no equivocarnos ni dejarnos engañar sobre el sentido y el alcance de la Navidad: Dios se hace conocer por su gracia y ésta alcanza su culmen por el don de Jesús; en el nacimiento de este niño se manifiesta “la gracia salvadora”, el don gratuito de Dios. De la misma manera que Jesús muere y resucita por nosotros también nace por nosotros; toda la vida es una manifestación de la gracia salvadora.

            San Pablo pone en relación el misterio pascual con el nacimiento de Jesús. De la Navidad sólo se puede hablar a partir de la Pascua. El interés de este pasaje es poner de relieve que la existencia humana de Jesús está concentrada, desde el primer instante, en la entrega de una vida que culminará en la cruz, medio por el que Dios realizará efectivamente su voluntad de salvación para todos.

            El Judaísmo pensaba que la nación y sus miembros podían ser purificados de su mal por los sacrificios rituales. Pero sólo Jesús ofrece el sacrificio que el Señor espera: la entrega de sí mismo por amor. 

            La manera de vivir cristiano tiene un origen: Jesús ha venido (“ha aparecido la gracia salvadora”, en pasado); Jesús volverá en gloria (“aguardamos la dicha que esperamos: la aparición gloriosa del gran Dios”, futuro). Hay, pues, que vivir como personas sensatas (respeto de uno mismo), justas (con relación a los demás), religiosas (con relación a Dios).

            A nosotros, hoy, igual que a Tito, se nos invita a vivir como personas sensatas, de sentido común; como personas justas en nuestra relación con los demás; y como personas religiosas que vivan con coherencia su relación con Dios.

             Navidad cristiana es cuidar la oración y la solidaridad en nuestra vida, demasiada cargada de excesos y gastos sin medida.

            Navidad cristiana es descubrir la austeridad y la limosna en nuestra vida diaria, demasiado repleta de insolidaridad y falta de “mirada” a los pobres.

            Navidad cristina es dar la acogida a cualquier prójimo, especialmente al más necesitado, en nuestro caminar diario, demasiado cargado de individualismo y falta de sensibilidad al otro.

            Navidad cristiana es decir no a todo aquello que a menudo contrasta con el Evangelio y con la dignidad de la persona humana, en ocasiones tan aireadas por los medios de Comunicación Social y por nuestra sociedad de consumo!

            Recuperemos el sentido cristiano de la Navidad y recuperemos el sentido de la Navidad, frente a una cultura dominante que intenta “excluir a Jesucristo y omitir cualquier signo religioso y de los valores que representa esta celebración” (Agustín García-Gasco).

            Frente a un mundo que intenta “olvidar la memoria y la herencia cristiana” de nuestra historia y de nuestros pueblos, se nos invita a volver a revitalizar nuestra fe en Jesucristo y replantearnos nuestro fe.

            Frente a un “agnosticismo práctico y una indiferencia religiosa” ambiental, donde “da la impresión de ser una apostasía silenciosa por parte del hombre autosuficiente que vive como si Dios no existiera”, celebrar la Navidad debe de revitalizar en nosotros el deseo de recuperar la celebración de la Misa del Domingo, la pertenencia activa y colaboración eficaz a la Iglesia local, la preocupación por la formación cristiana de nuestra vida, la manifestación pública de nuestra fe sin miedo y sin complejos.

 

FINAL:

 Que el Niño que nace en Belén, “Misterio de la admirable unión de la Naturaleza divina y de la Naturaleza humana”, nos bendiga a todos, colme de felicidad a todas vuestras familias, fortalezca todos los lazos sociales en el barrio nos sacie de esperanzas y de ilusiones a todos los habitantes de Valdeolleros, de la salud a todos los enfermos, haga brotar la alegría entre los jóvenes y nos lance hacia cotas cada vez más altas de prosperidad y de solidaridad.

 

 

 

 





 
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