JESÚS DE NAZARET ACOGE A LOS PECADORES.







JESÚS DE NAZARET ACOGE A LOS PECADORES.

 
 

JESÚS DE NAZARET ACOGE A LOS PECADORES. La parábola del hijo pródigo es una de las parábolas más conocidas de Jesús.

 

 

 

1.-UNA PARÁBOLA MUY ESPECIAL. Lc 15,11-32

     La parábola del hijo pródigo es una de las parábolas más conocidas de Jesús.

   Aparece una sola vez en los Evangelios, en Lucas 15,11-32.  

   En este capítulo Jesús explicó tres parábolas sobre la misericordia de Dios: la de la oveja perdida, la de la moneda perdida y la del hijo pródigo.  

   Las parábolas se manifiestan en un contexto específico:     Muchos recaudadores de impuestos y pecadores se acercaban a Jesús para oírlo, de modo que los fariseos y los maestros de la ley se pusieron a murmurar: «Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos».
(Lucas 15,1-2)    

   Jesús enseñaba a menudo con parábolas. Narraba una situación común para dar una enseñanza moral y aquí él aprovecha la oportunidad. 

   Los fariseos y maestros de la ley no entendían por qué Jesús dedicaba tiempo a personas que no tenían buena reputación. 

   Jesús les contesta con estas parábolas que tienen como tema recuperar algo perdido: una oveja, una moneda o un hijo.     

   Jesús quiere dejar claro que para él, para Dios, todos somos valiosos. También habla sobre la importancia del arrepentimiento y el gozo que este trae al corazón de Dios algo que vemos en el último versículo de la parábola.

   Les digo que así es también en el cielo: habrá más alegría por un solo pecador que se arrepienta que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse (Lucas 15,7)    

 El final de la parábola de la moneda perdida expresa el mismo sentir: Les digo que así mismo se alegra Dios con sus ángeles por un pecador que se arrepiente (Lc 15,10)

 

 

2.-LA PARÁBOLA: Lc 15,11-32.

         “Jesús dijo: “Un hombre tenía dos hijos, y el menor de ellos dijo al padre: “Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde”. Y él les repartió la hacienda. Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino.

       Cuando lo hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar cerdos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba. Y entrando en sí mismo, dijo: “¡ Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y contra ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros. Y, levantándose, partió hacia su padre.

Estando él todavía lejos, le vio su padre, y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. 

El hijo le dijo: “Padre, pequé contra el cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo. Pero el padre dijo a sus siervos: Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su manos y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido hallado. Y comenzaron la fiesta.

Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y el baile; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. El le dijo: “Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano”. El se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba. Pero él replicó a su padre: “Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; y ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado”.

Pero él dijo: “Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque tu hermano estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado”.

3.-APUNTES DE LA PARÁBOLA:

     La parábola del “hijo pródigo” debería más bien llamarse la del “buen padre”, porque es el padre el que ocupa el puesto de verdadero protagonista.

  Esta parábola pertenece al grupo de las que Jesús empleó para explicar a los que le oían cómo era Dios.

   Los sentimientos que hay en el corazón del padre (generosidad, paciencia, capacidad infinita de perdón, etc) son la mejor imagen de los sentimientos del corazón de Dios.

     En está parábola se describe cómo es el perdón de Dios.

     Lo describe con varios símbolos:

*Cuando el padre recobra a su hijo perdido, lo viste con una túnica nueva. En Oriente regalar un vestido nuevo es un símbolo de que ha llegado el tiempo de la salvación.

*Cuando le pone un anillo y sandalias, también está lleno de simbología. El anillo es señal de que se entrega al otro toda la confianza. Las sandalias son señales del hombre libre, a diferencia del esclavo que iba descalzo.

*Cuando el padre le hace una fiesta, un banquete. Comer juntos a la misma mesa era señal de que el pasado estaba del todo olvidado, señal de plena comunión.

A partir de todas estas imágenes, Jesús describe cómo perdona Dios al que se convierte y vuelve a El.

La parábola tiene dos partes. Habla de dos actitudes ante ese modo de ser de Dios. La de los dos hijos. Para los dos, el padre es le mismo: comprensivo, dispuesto al perdón… Para los dos tiene los brazos abiertos. Pero el hijo mayor no participa de la alegría. No ha obrado mal durante su vida, pero no ha comprendido la misericordia ni el perdón.

El hijo mayor representa a aquellos que “cumplen”, a los que se creen buenos y justos, a los que quisieran ver sus méritos acumulados (oraciones, cumplimiento de los mandamientos, sacrificios, etc), a los que rechazan la misericordia y el perdón de Dios, a los que rechazan a otros que consideran pecadores.

 Jesús comparó a Dios con el Padre de gran corazón de esta historia. Y enseñó a sus discípulos a llamar a Dios con el nombre de “Padre”, como lo hizo él siempre.

La confianza inmensa con la que Jesús se dirigía a Dios, que invocaba más que como “padre”, como “papá” (Abba), es una característica singularísima de su personalidad.

 

4.-LO QUE ENSEÑA LA IGLESIA HOY.

    “Jesús invita a los pecadores al banquete del Reino: “No he venido a llamar a justos sino a pecadores” (Mc 2,17; cf 1 Tim 1,15).

     Les invita a la conversión, sin la cual no se puede entrar en el Reino, pero les muestra de palabra y con hechos la misericordia sin límites de su Padre hacia ellos” (cf Lc 15,11-32) y la inmensa “alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta” (Lc 15,7). La prueba suprema de este amor será el sacrificio de su propia vida “para remisión de los pecados” (Mt 26,28). (Nº 545).

   “Cuando celebra el Sacramento de la Penitencia, el sacerdote ejerce el ministerio de Buen Pastor que busca la oveja perdida, el del Buen Samaritano que cura las heridas, del Padre que espera al Hijo pródigo y lo acoge a su vuelta, del Justo Juez que no hace acepción de personas y cuyo juicio a la vez justo y misericordioso. En una palabra, el sacerdote es signo y el instrumento del amor misericordioso de Dios con el pecador” (Nº 1465).

 


 


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