VIDAS TRANSFORMADAS POR EL NAZARENO.







VIDAS TRANSFORMADAS POR EL NAZARENO.

    Romano Guardini en su libro «La esencia del Cristianismo» afirmaba brillantemente: «El Cristianismo no es, en último término, ni una doctrina de la verdad ni una interpretación de la vida. Es eso también, pero nada de ello constituye su esencia nuclear. Su esencia está constituida por Jesús de Nazaret, por su existencia, su obra y su destino concreto, es decir, por una personalidad histórica».

   Vidas que fueron transformadas y rehechas desde Jesucristo, el Nazareno.

1.-MARÍA DE NAZARET DIALOGA CON JUAN APÓSTOL.

             María de Nazaret comentó a Juan, el discípulo amado de Jesús, su magnífico testimonio: «No se puede expresar con palabras lo que aconteció en mi vida.                                      Desde pequeña fui educada en la fe de mis mayores. Sentí desde siempre que el Mesías, el Ungido de Dios, crecerá entre nuestras familias y que las promesas se cumplirán en la historia.

     Jamás presentía que yo misma sería la elegida, la predilecta, la favorecida. Aquel día fue cubierta por una nube, por algo misterioso, por el Espíritu.  Pero fui preguntada, antes de nada, desde mi libertad, si yo quería ser madre, madre desde la virginidad, esposa desde la infertilidad… Y nadie entendió aquella experiencia, ni siquiera José, que decidió repudiarme en secreto, temiendo que yo había tenido contacto con otro hombre.

 Dios, que cumplió su promesa, le hizo ver el misterio que sobrecogía a la humanidad, el impacto que transformó mi vida y la iniciativa que hizo estallar el mundo en mil añicos.

     Ahora, en este momento, convencida del triunfo pascual de Cristo, he sido llamada para dar apoyo y sustento de los discípulos «engrandeciendo mi alma al Señor».

2.-NICODEMO: HAY QUE NACER DE NUEVO.

        Nicodemo comentó a su amigo José de Arimatea: «Jamás sentí en mi vida tanto desconcierto que la noche en que me encontré cara a cara con Jesús. Sus ojos quedaron fijados en mi rostro pero sentía que aquellos ojos se clavaban en el corazón. Es difícil de explicar.

            Sus palabras me hacían descubrir mi ignorancia en medio de tanta sabiduría vana. Eran palabras que iban más allá de la ley de Moisés  y de la reglamentación del templo.

            Sentí que su llamamiento para «nacer de nuevo» me hacía sentirme un hombre viejo, anclado en el vacío y la legislación, la bondad aparente y el dualismo más incierto.

            Jesús me hizo reconocer mi ignorancia y mi parálisis existencial. Y cuando me invitó a ponerme a tiro del Espíritu, solamente miré al cielo para encontrar una señal, una señal que me hiciera convencer a mi corazón que quedaba mucho camino por andar.

            En estos días proclaman sus amigos y discípulos que está vivo pero aún antes de su muerte intuía que su vida entera estaba más allá de su realidad corporal y que sus palabras provenían del más allá, allí donde tiene su origen el viento.

3.-LA FE DE PEDRO-EL PESCADOR.

          Pedro comentó en la cárcel poco antes de ser crucificado durante la persecución del emperador Nerón: «Yo vivía tranquilo con mi mujer y mis hijos en Cafarnaúm, dedicado a la pesca en el lago de Tiberíades. Mi tranquilidad quedó rota cuando apareció Jesús de Nazaret en la orilla del lago. Él compartió con nosotros sus inquietudes y sus sueños, sus esperanzas y anhelos, su amor por el Reino de Dios y su imagen apasionada del Padre.

   Todo era tan esperanzador que mi corazón quedó caldeado desde ese momento. Y comenzamos a convivir con Él y anunciar por los caminos de Palestina la Buena Noticia del Reino. Pero en el momento más importante, cuando Jesús fue arrestado, todos le abandonamos y yo, que poco antes juré sin piedad que jamás le abandonaría, le negué profundamente en el patio de Caifás delante de unos simples criados.

    Lloré amargamente aquella negación, negación que me ha torturado toda mi vida y que ha sido rota por Jesús resucitado. Y ahora, en la noche anterior a mi muerte, pido clemencia a Dios para unirme a su gloria y ruego a las autoridades que me sacrifiquen boca abajo. No soy digno de morir como el Maestro».

4.-SIMÓN DE CIRENE AYUDÓ A LLEVAR LA CRUZ A JESÚS.

     Aquella tarde yo venía del campo y fui obligado a ayudar a un pobre hombre que caminaba hacia el patíbulo, portando un gran madero para ser elevado con unos gruesos clavos en el monte Calvario.

    Aquel espectáculo era lamentable. Una multitud gritaba enfurecida la muerte del traidor y blasfemo, mientras otros, los menos, lloraban silenciosamente la muerte de aquel hombre, que algunos días antes había sido proclamado como Mesías a su entrada en Jerusalén.

   Mientras yo, en un pequeño trayecto llevé su madero, Jesús iba sangrando y llorando, sentía rabia por el  pacto sacrílego del Sanedrín con el poder civil romano.

            Jamás sentí tanta paz y serenidad en mi alma que cuando Jesús gritó en la cruz un perdón para aquellos que le insultaban, calumniaban y crucificaban. Una petición de perdón que nos sobrecogió a todos los que estábamos allí.

            Este gesto me ha perseguido durante toda mi vida .Ahora mis hijos Alejandro y Rufo pertenecen al grupo de sus seguidores y yo mismo estoy orgulloso de aquel encuentro.

 5.-UN SOLDADO ROMANO PRESENTE EN LA CRUCIFIXIÓN DE JESÚS. 

      Dijo  el soldado romano:  «No puedo olvidar jamás aquel día. Un grupo de soldados romanos estábamos en el patio y nos mandaron a un pobre hombre que era ajusticiado por blasfemo, impostor, enemigo de Roma y traidor de las tradiciones judías.

      Le golpeamos, como manda la ley romana, dejándolo destrozado y roto. Y luego la burla cruel de nuestras bromas le pusimos una corona de espinas, una caña por cetro y un paño viejo como capa real.

   En esta situación jugábamos con él, tapándole los ojos y dándole golpes, para luego preguntar: “Adivina quién te ha pegado”.

     Después de aquel vergonzoso espectáculo lo llevamos a crucificar por las calles estrechas de Jerusalén hasta el Calvario, fuera de la ciudad. Le clavamos en el madero con gruesos clavos que cosimos a su cuerpo. Luego  tuvimos que custodiar su tumba por orden del Sanedrín, temiendo que robaran su cuerpo.                                                                         

   Ahora, soy uno de los suyos, y sigo al maestro, tremendamente vivo y misteriosamente presente.

6.-LAS NEGACIONES DE PEDRO.

        Pedro, el pescador, fue uno de los discípulos predilectos del Señor, sobre el que edificó la comunidad cristiana, confirmándolo en la fe y diciéndole que “sobre él edificaría su Iglesia”.

     Pedro era débil y lo confesó abiertamente cuando fueron redactados los evangelios. Ahí radica la grandeza de los seguidores del maestro que supieron reconocer que ninguno estuvo a la altura del momento, como muchas veces no estamos ninguno de nosotros.

      Pedro en el palacio real, delante de una criada y un mozo de palacio, negó profundamente al Maestro, a su amigo, con el  que había compartido tantos momentos agradables  e íntimos. Pero Pedro, que nunca olvidó aquellas negaciones, supo que sus lágrimas eran la paga de ese desprecio y que su martirio sería el sello de su compromiso.

     No quiso morir como el maestro, sería atentar contra la cruz que salva, pero de cabeza hacia abajo supo que sus negaciones eran superadas por la fe y el arrepentimiento.

7.-LA LLAMADA DE LEVÍ-EL RECAUDADOR DE IMPUESTOS POR JESÚS DE NAZARET.

     Leví contó su  encuentro con Jesús:  “Yo era recaudador de impuestos y era despreciado por mi profesión. Nadie visitaba mi casa y cuando pasaban por ella escupían, miraban hacia el otro lado y maldecían mi apellido, mi familia, mis bienes y hasta mi propia vida.

   Yo intentaba fortalecerme y no hacer caso de aquellos insultos pero cuando me quedaba solo, en el silencio de la noche, me visitaban los fantasmas interiores y me sentía sucio, despreciado y abandonado.

   Sin  previo aviso,  apareció Jesús de Nazaret en el horizonte de mi vida. Me miró, me sonrió y me dijo: “Ven y sígueme”. Aquellas palabras sacudieron mi alma, las monedas en mis manos pesaron como piedras de molino y comprendí que aquella llamada hundía sus arpegios en mi corazón para hacerme salir de una vida mediocre y rastrera.

   Han pasado varios años de aquella maravillosa experiencia pero aún queda viva como una canción de nuestra tierra en la lejanía del exilio.

   Ahora anuncio con entusiasmo el triunfo de Jesús sobre la muerte pero lo que realmente me hace seguir adelante es la fuerza de aquel encuentro.

8.-MARÍA MAGDALENA: UNA VIDA TRANSFORMADA POR JESÚS DE NAZARET.

           Después de la resurrección de Jesús, María Magdalena vivía retirada en una casa abandonada en el desierto de Judea, cerca del Mar Muerto. Y en el lecho de su muerte encontraron una carta, cargada de sentimiento:

       «Durante años me sentí deprimida y sucia, marginada y alejada de Dios; no veía nada positivo en mi confusa existencia y esto llegaba a desesperarme.

     Pero apareció Él en el horizonte de mi conflictiva existencia y me miró -no con los ojos apasionados de otras miradas sino con unos ojos que transparentaban la compasión de otras latitudes, más allá de las nubes y más cerca que yo misma-.

    Me penetró por entera como raras veces he sentido ante los ojos de alguien y mi vida quedó quebrada en mil añicos. Y resonó fuertemente su voz suave y cautivadora, rítmica y seductora: «Vete y en adelante no peques más». Y ya jamás pude ser la misma. Toda mi vida quedó a tiro de la conversión y deseosa de nuevos rumbos, impensable desde entonces sin Él.

   Ahora, en la hora de mi muerte, ansío unirme plenamente con el amado de mi alma.               Muero pero estoy contenta de entrar gozosamente a la Vida».

9.-CARTA DE LA HEMORROISA CURADA POR JESÚS DE NAZARET.

      «Querida hija: Te escribo desde Jerusalén, esta gran ciudad santa de nuestro padre y gran rey David. Te extrañará esta corta pero emotiva carta, pero no puedo pasar un día más sin compartir contigo mis lágrimas de alegría intensa.

      ¡Estoy curada!  Léelo bien: ¡Estoy curada de mi penosa y dolorosa enfermedad!. ¡Sí, los flujos de sangre han cesado y me siento rejuvenecer por momentos!

    Caminaba triste por los caminos, sangrando y manchando la ropa en cada momento. Ya casi había gastado toda mi hacienda, como muy bien sabes, en consultas a médicos y en tratamientos costosos, pero en vez de mejorar empeoraba y me sentía peor.

      Y he aquí que caminaba por un camino polvoriento, cerca de la ciudad santa, y un griterío vociferaba ante la presencia de un profeta, un gran profeta, Jesús de Nazaret.

  Presentí en mi interior que si tocaba su manto, con solo tocar sus vestidos, podría quedar curada. Y, entonces, como algo misterioso que no puedo explicar bien ocurrió en mí. Sentí una energía fuerte, un calor inmenso en todo mi cuerpo.

   En ese mismo momento Jesús preguntó quién lo había tocado. Los discípulos le decían que mucha gente le tocaba en esa multitud. Pero él sabía algo cierto que de toda la gente había alguien especial. Me miró y aquella mirada no la puedo olvidar mientras viva.

  Cuando llegué a casa todo mi cuerpo quedó transformado y había dejado de sangrar completamente. Desde ahora toda mi vida está dedicada a dar gracias a Dios y buscar sin desmayo las huellas del Nazareno».


EL REGRESO DEL HIJO PRÓDIGO DE REMBRANT.

    Conoce una de las obras de arte que mejor refleja el amor de Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia. Dios tiene entrañas compasivas y se «conmueven sus entrañas» ante el pecador arrepentido. «El regreso del hijo pródigo» es una obra del pintor holandés Rembrandt.

   Está realizado en óleo sobre tela, y fue pintado hacia el año 1662. Se exhibe actualmente en el Museo del Ermitage de San Petersburgo (Rusia).

   El cuadro se inspira en la parábola del hijo pródigo o también llamada la «parábola del Padre Misericordioso» (Lc 15, 11-32).

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